La movilidad urbana engloba todos los desplazamientos de personas y mercancías que se producen en una ciudad. Bajo esta definición, cualquier acto cotidiano que implique moverse por la ciudad tiene un efecto en la movilidad urbana. Desde la elección de ir de un lugar a otro en coche, bicicleta, patinete eléctrico, caminando o en transporte público, hasta la decisión de comprar en una tienda del comercio local o a través del e-commerce, por mencionar algunos ejemplos, impacta tanto la movilidad como otros ámbitos de la vida urbana intrínsecamente vinculados a ella (salud, contaminación, seguridad vial, etc.).
Además de los hábitos de desplazamiento de la ciudadanía, la oferta de servicios de transporte ofertados por el sector privado, así como la oferta de transporte público, las reglamentaciones y políticas públicas orientan las características que definen la movilidad en cada entorno urbano. Por ello, no todas las ciudades tienen el mismo tipo de movilidad urbana y, en consecuencia, no nos movemos igual en todas las ciudades. Por ejemplo, si viviésemos en Ámsterdam, lo más probable es que fuésemos a trabajar en bicicleta, si viviésemos en el centro de Pontevedra, iríamos caminando, y en Tegucigalpa llevaríamos el coche.
A este respecto, algunas organizaciones elaboran un informe anual en el que comparan los sistemas de movilidad urbana a partir de una batería de indicadores que miden su sostenibilidad. Arcadis, por ejemplo, genera un ranquin global de 100 ciudades, sirviéndose de 21 indicadores que se agrupan en tres categorías: personas, planeta, y beneficio. Por su parte, Greenpeace también elabora un ranquin de movilidad urbana sostenible clasificando 13 ciudades europeas según la puntuación que obtienen en 21 indicadores que se estructuran en 5 categorías: transporte público, seguridad vial, calidad del aire, gestión de la movilidad y movilidad activa.
Así pues, el informe de 2017 realizado por Arcadis concluye que Europa es el continente con más ciudades sostenibles, gracias a las altas puntuaciones que obtienen en la categoría de “planeta”, dadas sus las políticas activas para fomentar el uso de tecnologías verdes y reducción de efectos contaminantes. Sin embargo, Hong Kong es la ciudad que lidera el ranquin, gracias a su apuesta por la innovación y la gran cobertura de su metro, haciendo que el transporte público sea una opción preferente para moverse por la ciudad. Seúl y Singapur, otras dos ciudades asiáticas, también están en el top ten.
En las posiciones bajas del ranquin se encuentran las ciudades Latino Americanas, debido a la baja inversión en infraestructuras de transporte colectivo y al elevado número de calles congestionadas por el tráfico. A su vez, las ciudades de Oriente Próximo, como Riad, Amán o Yeda, están penalizadas en esta clasificación debido a las malas puntuaciones relacionadas con la calidad del aire. Por su parte, las ciudades norteamericanas y australianas se sitúan en posiciones intermedias, ya que en ellas el uso del vehículo privado está muy extendido y algunas carecen de red de metro.
El informe de Greenpeace difiere de Arcadis en el orden de clasificación de las ciudades europeas, pero coincide en señalar los aspectos positivos de la movilidad sostenible en términos de beneficios sociales, medioambientales y económicos, contribuyendo a hacer que las “áreas urbanas sean competitivas”. Además, aunque en este informe se reconocen los esfuerzos que están realizando algunas ciudades, se proponen recomendaciones como la segregación de los vehículos a motor de los ciclistas y peatones para fomentar la movilidad activa, y la fijación de los precios de estacionamiento en base a la demanda, ya que esto no debería ser un bien público gratuito.
Comparación del Top 10 los dos ránquins que clasifican las ciudades europeas en términos de movilidad urbana sostenible.
Fuentes: Sustainable Cities Mobility Index 2017, Arcadis | Ranking of European Cities in Sustainable Transport, Greenpeace (2018)
En conclusión, los sistemas de movilidad urbana son fruto de los hábitos de desplazamiento de la ciudadanía. No obstante, el sector público, con la involucración de los actores privados, puede contribuir a cambiar estos hábitos hacia modelos sostenibles, invirtiendo en infraestructuras para un transporte público eficiente, fomentando la movilidad activa (a pie o en bicicleta) o restringiendo el uso de vehículos contaminantes para la mejora del aire y calidad de vida. De esta forma, aunque en cada ciudad nos movamos de forma diferente, lo importante es que lo hagamos de una forma sostenible.