La celebración el 7 de abril del Día Mundial de la Salud debe hacernos reflexionar sobre la situación de la contaminación atmosférica: una amenaza global que tiene enormes impactos para la salud humana y para los ecosistemas. Aunque a nivel global las emisiones de gases contaminantes han decrecido durante los últimos 20 años, en distintas regiones del mundo éstas han aumentado como consecuencia de un proceso de industrialización descontrolado. Otro factor de alto impacto es la gran cantidad de combustibles fósiles que se queman a diario en consecuencia del transporte de personas y de mercancías.
Esta contaminación atmosférica es directamente responsable de un elevado número de muertes prematuras y enfermedades respiratorias en nuestras urbes. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cifra anual de defunciones se encuentra alrededor de siete millones – un 9% del total de muertes que ocurren en un año en el mundo –, y se mantiene entre uno de los principales factores de la carga global de enfermedad, que mide tanto los años perdidos debidos a una muerte prematura, como los años vividos en condición de mala salud.
Basándonos en los datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, un 77% de la población urbana de la Unión Europea-28 está expuesta a concentraciones de PM 2.5, que son partículas contaminantes, mayoritariamente generadas por la quema de los combustibles fósiles, por encima de los umbrales recomendados por la OMS. Según la misma Agencia Europea del Medio Ambiente, “se calcula que las partículas finas (PM 2.5) presentes en la atmósfera reducen la esperanza de vida en la UE en más de ocho meses”.
Adicionalmente, si nos fijamos en los datos de concentración de óxidos de nitrógeno (NOx), encontramos que el sector del transporte de carretera contribuye a las emisiones de estas partículas en un 39%, siendo el sector que genera mayores cantidades de este gas. Esta cifra es aún más elevada cuando nos fijamos en los datos en las zonas urbanas que, a la vez, es donde encontramos una mayor densidad de población.
Para poner solución a este problema, la Unión Europea (UE) viene trabajando hace años para mejorar la calidad del aire y controlar las emisiones de partículas dañinas a la atmósfera. En este sentido, el marco político de la UE se ha basado en tres pilares esenciales. En primer lugar, se establecen umbrales sobre la calidad del aire, y a través de directivas se obliga a los estados miembros a evaluar dicha calidad periódicamente a nivel territorial, y a implementar planes de mejora de la calidad del aire en aquellos territorios donde los umbrales no se cumplen. En segundo lugar, se requiere que los estados miembros desarrollen programas de control de la contaminación atmosférica con el objetivo de cumplir los compromisos acordados, a través de la directiva de Techos de Emisiones Nacionales – NEC por sus siglas en inglés. Por último, se exige alcanzar el umbral específico con respecto a las emisiones provocadas por los sistemas de movilidad y por la industria, que suponen dos puntos determinantes para la descarbonización europea. En este sentido, la UE ha desarrollado legislación específica para definir los umbrales en el caso de las emisiones industriales, de plantas de producción energética y las provocadas por los sistemas de transporte de personas y mercancías.
Para responder al reto mayúsculo de la reducción de la contaminación atmosférica, todos los niveles administrativos han puesto en el centro de la agenda política el reto de la sostenibilidad ambiental, con grandes pactos internacionales sin precedentes, como por ejemplo el Pacto Verde Europeo o la aprobación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, firmada por parte de todos los estados miembros de Naciones Unidas. Estos grandes consensos piden responsabilidad por parte de los ciudadanos a través de modificar hábitos de consumo, como la reducción del vehículo privado y la elección del transporte público, el aumento del uso de vehículos no contaminantes – desde coches eléctricos hasta bicicletas–, o la incorporación de la economía circular, tanto en la industria como en el consumo.