En noviembre de 2018, la Comisión Europea presentó la estrategia por una Europa climáticamente neutra en 2050 para hacer de Europa un continente verde. Se trata de un ambicioso plan en el que, por ejemplo, se fija el objetivo de reducir en un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2030. Por tanto, resulta evidente que para alcanzar los objetivos climáticos a medio y largo plazo se requiere de políticas contundentes de descarbonización del sistema de transporte, tanto en el ámbito público como en el privado.
Desde que la sostenibilidad ambiental y la acción climática están en la agenda política internacional, se han explorado múltiples vías para reducir las emisiones derivadas del transporte urbano e interurbano de personas y mercancías. Por este motivo, la apuesta por alternativas a los combustibles fósiles ha logrado un gran protagonismo en los últimos años, no solamente en relación al transporte, sino también en la industria.
Dentro de todos los combustibles verdes viables, el hidrógeno ya es visto como uno de los que tiene mayor potencial, pues permite almacenarse tanto en estado líquido como gaseoso, y distribuirse a través de gaseoductos .Además, es de los mejores combustibles verdes para sectores difíciles de descarbonizar, como el del transporte aéreo o la industria pesada.
Sin embargo, el hidrógeno limpio presenta una gran dificultad en el coste y el proceso de producción, dado que no es un elemento que se encuentre en la naturaleza y se obtiene a través de tratamientos químicos costosos a nivel energético, como la electrólisis del agua. Por este motivo, son tan importantes las iniciativas de descarbonización relacionadas con el hidrógeno, como es el caso de la creación de un Hub del Hidrógeno por parte de Petronor y la Diputación Foral de Bizkaia.
Debido a esta dificultad en la producción, la Comisión Europea lanzó el 8 de julio del pasado año la Estrategia de Hidrógeno para una Europa climáticamente neutra, cuyo objetivo radica en acelerar la producción de hidrógeno limpio, combustible que “tiene muchas aplicaciones posibles que ayudan a reducir las emisiones de gases efecto invernadero”, según recoge. Esta estrategia prevé tres marcos temporales clave: el corto plazo –de hoy a 2024–, en el que se apoyarán las instalaciones para la producción de hasta un millón de toneladas de hidrógeno verde; medio plazo –que abarca desde 2025 y hasta 2030–, periodo en el que el hidrógeno deberá ser una parte intrínseca del sistema de energía; y largo plazo –de 2030 en adelante–, donde la producción de hidrógeno tendrá que estar muy consolidada e integrada a gran escala. Todas estas medidas, se complementarán con otras destinadas a incentivar la demanda de hidrógeno limpio, de impulsar su investigación o de una apuesta decidida por una regulación que contemple el marco ideal para su producción.
Actualmente, el hidrógeno limpio es el combustible verde que está recibiendo un mayor impulso por parte de la Comisión Europea hasta el punto de declararlo un receptor prioritario de inversiones. Las razones las encontramos en su gran potencial para transformar no solo el marco de la movilidad y el transporte de personas y mercancías, sino también por lo que respecta a su impacto en todos los sectores productivos y su la capacidad de resiliencia.